alegoría de la caverna de platón

La alegoría de la Caverna de Platón, escrita en el siglo IV a.C., y que forma parte los Diálogos – República, es tal vez una de las obras más extraordinarias de la Filosofía. Pero del punto de vista del impacto en orden a la revisión de nuestros supuestos que provoca, reviste la importancia de un acontecimiento siempre presente.

Los prisioneros de la caverna (que representa el mundo sensible, sometido a corrupción) están sólo encadenados a sus creencias; consideran real lo que es nada más que las sombras de las cosas y de ellos mismos. Cuando uno de los cautivos es liberado y puede ascender al mundo exterior (que significa el mundo de la Luz, de las Ideas), comprueba la ilusión a la que estaban sometidos. Entonces, regresa al antro porque habiendo llegado al verdadero conocimiento, la Idea del Bien, asume el compromiso moral más elevado: el de verter los dones obtenidos hacia la comunidad que aún considera como única verdad, una identidad construida en base a las meras apariencias.

En la Astrología también podemos vislumbrar un mundo ilusorio (el que sostenemos por medio de nuestras identidades y creencias fijas) y otro Ideal, (Real, en sentido platónico) hacia el que tendemos como un paradigma de conocimientos dinámicos. Y, por esto mismo, considero que en la Astrología se asienta una misión de contenido moral: poner Luz sobre la situación de prisioneros en la que nos hallamos, la de creer que somos quienes somos de una vez y para siempre.

En la Astrología, el mundo ilusorio, puede germinar a partir de conocimientos incompletos y de informaciones dadas a la ligera, sin mayor investigación, habiendo sido, dichos conocimientos, reducidos a los significados más primarios de las energías astrológicas de las que se habla, sin profundizar, sin ahondar en el conocimiento que se quiere transmitir, sin la gnosis necesaria cuando se aborda cualquier tema, ofreciendo de este modo un panorama que, visto sesgadamente, ha sido aceptado por buena parte de la sociedad, estableciéndose como creencias y asimiladas como realidades.

Así, no es raro escuchar a nuestro alrededor a gente repitiendo frases aprendidas sobre cualidades psicológicas de otras personas que no son más que una vaga, y poco clara reducción, de algunas definiciones basadas solamente en una fecha de nacimiento y, por ende, en uno sólo de los componentes de una carta natal, a saber, el signo solar.

¿Cuándo hemos empezado a segregar, entonces, los otros componentes, los ángulos, el Ascendente, el Medio Cielo, el Bajo Cielo? ¿Y los planetas, o las relaciones angulares, o los aspectos? ¿Y las casas astrológicas?

Afortunadamente, y con el empeño e interés de cada vez más estudiantes y maestros, la Astrología está siendo analizada y entendida desde fuera de la Caverna Platónica, comprendiendo que ésta disciplina dio origen postrero a otras de las llamadas científicas, y que debiera ser tenida en cuenta, y no ser maltratada ni humillada por la, en ocasiones, despótica cartesiana, si no aceptada y entendida en su origen así como en el contexto actual. Deberíamos dejar atrás la idea de que la psique personal de cada uno, y su camino de vida, están definidos, y solamente definidos, por el signo solar, que dicho de paso tiene muchísima importancia, pero que se verá expresado por la energía asociada a todas las otras posiciones astrológicas que traemos con nosotros el día del nacimiento, y que limitarán o amplificarán de modo sensible la energía primaria de nuestro signo solar.

Esta concepción astrológica no es novedosa. San Agustín (354-430), uno de los autores más importantes del cristianismo temprano, ofrece un testimonio de su convencimiento de la fuerza de la astrología, maniquea en su época, en la vida de cada uno, aunque luego, por reticencias religiosas, se apartó de esa creencia convencido que los astrólogos pretendían destruir la Palabra de Dios. Sin embargo en sus Confesiones describe cómo los astrólogos de su tiempo atribuían ciertas fuerzas astrológicas, que no eran sólo atribuibles al signo solar, a ciertas conductas que convertían a los hombre en pecadores:

«“De los cielos viene la necesidad de pecar” y “esto lo hizo Venus, Saturno o Marte” y todo para que el hombre, que es carne y sangre y soberbia podredumbre, quede sin culpa y sea atribuida al criador y ordenador del cielo y las estrellas». (Confesiones IV, 3,4)


Por eso, la próxima vez que te digan que como eres Leo, por ejemplo, tu personalidad es de este o de aquel modo, o que eres orgulloso y poco humilde, o que si tienes mucho fuego, o poca agua; o que la tierra no te define o el aire te apaga, no lo creas. Sal de la caverna y busca el sol del conocimiento. Deja de creer las descripciones reduccionistas y simplificadas, porque tú no eres eso. Tu eres tu signo solar y todo lo demás también, te guía en lo que puedes hacer, hacia donde puedes ir, el cómo lo puedes hacer, y andar por tu vida sabiendo que puedes elegir y que no estás destinado a nada en absoluto. Deja de andar por un campo de piedras y aprovecha la astrología para entender qué energías tienes a tu disposición, cuales te costarán más y cuales serán mucho más fáciles. Así podrás andar sin tropezar siempre en el mismo tema, y redirigir tu vida hacia ese propósito que, indiscutiblemente dentro de ti, tu ya intuyes cual es.

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